Más de 40 mil personas presenciaron el show que contó con varios cantantes invitados, incluído Benito Cerati
La postal es casi la misma que la del Club Ciudad, en diciembre de 2009: Richard Coleman y Gonzalo Córdoba empuñando sus guitarras, Fernando Nalé edificando el groove desde el lateral derecho, en diagonal a Leandro Fresco y su arsenal de teclados y cajas de ritmos, con Martín Carrizo guiando la nave, en reemplazo de Fernando Samalea. Un collage sonoro deriva en «Fuerza natural», y el juego de las comparaciones se hace difícil cuando se nota que quien falta, quien debería ir al centro del escenario, es Gustavo Cerati por más que sus músicos estén ahí. Quizás por eso mismo la versión es instrumental, hasta que Coleman, Fresco y Nalé cantan al unísono la coda, por demás simbólica: «Me perdí en el viaje, nunca me sentí tan bien».
El homenaje al ex Soda Stereo ofició como cierre de la octava edición del festival Ciudad Emergente, pero también como la revalidación de la obra solista de Cerati. Lejos de versiones libres y lecturas variables, lo que ocurrió en el Planetario atuvo el repertorio de manera férrea a sus arreglos originales. A los invitados (elegidos por cercanía afectiva, pero también artística) les tocó llenar el espacio vocal vacío, y la apuesta funcionó, aunque con algunos sobresaltos.
De estampa petshopboyiana (capa, calzas negras y gorro con picos), Leo García revalidó la confianza que Cerati depositó en él tanto al sumarlo a su banda durante la gira de Bocanada, como en el apoyo que le dio a su carrera en solitario. Sus versiones de «Magia» y «La excepción» dieron pie a un bloque orientado a la camada pop post 2000, que tuvo continuidad con Alejandro Álvarez, de Barco, en «Karaoke»; Bruno Albano Naughton y Tomás Putruele de Banda de Turistas para «Rapto», y que culminó con Ale Sergi y Juliana Gattas entrándole a «Paseo inmoral» y «Uno entre 1000» en plan glam juguetón.
Así como la dinámica parecía ser la de un show con open mic sin presentaciones, Coleman rompió la fórmula al anunciar la presencia de Benito Cerati. El hijo mayor de Gustavo le puso cuerpo y alma a la interpretación de «Te llevo para que me lleves», pero con un detalle no menor: interpretó sólo las partes que en el disco grabó su madre. Una versión rockera de «Pulsar», con chispazos guitarreros entre Coleman y Córdoba fue la antesala del bloque menos lucido del homenaje: Fernando Ruíz Díaz le inyectó arenga anabólica a su rendición de «Déjà vu», y luego la banda abandonó el escenario para que Alejandro Lerner hiciera una versión a piano y voz de «Crimen», que logró lo imposible: la indiferencia por parte de un público que hasta ese momento había celebrado cada intromisión.
Pedro Aznar retomó con elegancia los aires andinos de «Cactus», un paisaje sonoro definido por oposición a la pared de distorsión de «Toma la ruta», la única escala en el repertorio de Soda Stereo, en manos de Fresco. Con su histrionismo característico, Walas desempolvó «Marea de Venus» de Colores Santos, y le inoculó energía a una versión de «Cosas imposibles» que lo tuvo a Benito pogueando en el VIP. Después de que David Lebón hiciera lo propio con «Adiós», a Coleman le tocó definir el concepto de la noche antes de la despedida: «Este es un cierre a una gira que no pudo terminar. Este es nuestro homenaje, tocar los temas como Gus quería».
«Lago en el cielo» funcionó de epílogo simbólico, tanto por su letra como también por ser el último tema que interpretó Cerati en Caracas, el 15 de mayo de 2010. «Puente» volvió a reunir a todos los artistas convocados sobre el escenario, para terminar de despedir un repertorio que hacía cinco años había quedado en stand by pero que pudo por fin tener una despedida con honores.