Vuelve el fútbol y, con él, la gente a la cancha: por eso repasamos odas de tribunas criollas que dieron la vuelta al mundo
«Tenemos un arquero que es una maravilla. Ataja penales ¡sentado en una silla».
Mucho antes de que el fútbol argentino se profesionalizara… ya se cantaba. Los primeros registros de uno de los elementos constitutivos de nuestro folclore futbolero datan de 1910 (es decir, dos décadas antes de la actividad rentada), cuando los simpatizantes de Boca le dedicaban esas líneas a Américo Tesorieri, guardametas emblema del amateurismo criollo. Claro que no todo era loas de amor: al pobre Carlos Fasciola, portero de Argentinos Juniors, siempre le recordaban su notable porte físico al grito de «¡Fasciola, Fasciola, la vaca voladora!».
El fulbo avanzó en el tiempo con furia y arrastró consigo el ingenio de la tribuna, que poco a poco fue abandonando la bella simplicidad de esas modestas coplas murgueras para adoptar los rasgos vertiginosos que sus épocas le imprimían. Así, por ejemplo, la aparición del peronismo impuso La Marcha como ritmo ineludible, del mismo modo que en la década siguiente el aporte lo hicieron El Club del Clan y todos esos ciclos de música prefabricada para años de proscripciones políticas. Fueron los últimos años de zonza inocencia.
Los 80 significaron el desembarco definitivo de la figura del barrabrava como sujeto emancipado de lo que sucede dentro de la cancha, ampliando el escenario de acción del fútbol más allá de la línea de cal. Aunque sabemos que su campo de operación no se restringe a los tablones, el imaginario discursivo allí los aloja. Por añadidura, los cantitos que desde ahí brotan se reconfiguran como el santo y seña de cada hinchada, quienes encontraron otra buena excusa para pulsear y competir, a veces hasta límites exageradamente demenciales.
Sin embargo, todo pasa… y quedan los artistas. Esos talentos anónimos que modifican canciones de toda procedencia y las universalizan en la voz del hincha de a pie, aquel que las repite no sólo el día del partido, sino tal vez en la soledad de su casa o en un mute interno mientras viaja en bondi al trabajo. Y que, sin imaginarlo, terminan ofreciendo un material de exportación que da la vuelta al mundo para ser cantada por hinchas de todos los continentes. Argentina no sólo produce futbolistas. También genera cantitos de acervo interplanetario. Demos una vuelta por el globo terráqueo y sorprendámonos.
AMOR A LA MEXICANA
Muchos argentinos lo descubrimos en la final de la última Copa Libertadores, ocasión en la que River enfrentó (y venció) a Tigres de México. Más precisamente en el partido de ida, jugado en las afueras de la ciudad de Monterrey, cuando desde la transmisión televisiva se sucedía una y otra vez una canción que nos sonaba familiar. Se trataba «Ella dijo», de Estelares, reapropiada por el equipo de la Universidad Autónoma de Nueva León. En simultáneo, Manuel Moretti, su cantante, explicaba por Twitter que eso sucede «desde hace varios años ya, cuando el club fue campeón de la Liga Mexicana».
LLEGÓ CLEMENTE… A COLOMBIA
Con tan solo leer «¡llegan los cantitos y el humor!», nuestra mente recompone instantáneamente la música y el personaje que la protagonizaba: Clemente. En consecuencia, esa suerte de pato manco con torso de abeja linkea a su autor, el inolvidable Caloi. Lo que pocos conocen es que el cerebro detrás de ese cantito fue, en verdad, el del gran Alejandro Dolina (quien, alguna vez, le concedió esta entrevista rockera a Rolling Stone). Dolina trabajaba a menudo junto a Caloi, utilizando como móvil a Clemente, tal como sucedió también como «El hincha de Camerún», otra creación reapropiada por las tribunas del mundo. De Colombia, sin ir más lejos: ahí vemos a los ultras del Deportivo Cali haciendo su entrada al grito de «llegan los muchachos, ¡qué honor!»
LOCO COMO PORTO
Si hablamos de cantitos de cancha es obligatorio distinguir por encima de cualquier otro a Los Auténticos Decadentes, campeones mundiales libra-por-libra en este asunto de hacer canciones con destino universal. No existe otra banda en el planeta que haya logrado imponer tantas obras en los tablones del planeta fútbol. «El murguero», «La guitarra», «Vení Raquel» y el «Tutá tutá» componen el ranking de las más mentadas, liderado por amplios cuerpos de ventaja por «Loco (tu forma de ser)», una bella canción de amor psicótico y enfermizo (¡de amor, bah!) con melodía amigable. En suma: todas condiciones para ser abrazadas por los hinchas del mundo. Como sucedió, por caso, con los del Porto, quienes adaptaron la letra a su lingua, sensiblemente más compleja que el español dado el uso de once vocales (en vez de las cinco del español) y de seis acentos (en lugar de uno).
UN COVER DEL CHOLO
Después de las dos marchas (la peronista y la radical), probablemente la canción más reproducida en las canchas sea «Te quiero tanto», del inmortal Sergio Denis. Esta oda de amor ochentosa con melodías vocales casi épicas encastró de maravillas en las gargantas de los hinchas, que esperan al estribillo para extasiarse con su proclama de amor futbolero. Nadie sabe cómo, pero un bien día ocurrió que la canción atravesó el océano y llegó hasta España, más precisamente a su capital, donde el Atlético Madrid la empezó a usar hasta convertirlo en su himno más importante. Entre que fue experimentada y finalmente se impuso, pasaron unos años, y en ambos casos asoma otro argentino. Se trata del Diego Simeone, quien la escuchó por primera vez como jugador y ahora la conoce como entrenador. El Cholo, además, protagoniza este video hecho por la hinchada del Aleti, con la música que ya imaginamos.
TURCO DE ATAR
Algunos lo saben, otros no: el fútbol turco (también el griego, en la otra orilla del Mar Egeo) es uno de los más apasionados del universo. Quien esto escribe recuerda una anécdota inolvidable en la coqueta costanera de Esmirna, de similar apariencia al porteño Puerto Madero, que sin previo aviso fue interrumpido por hordas fanáticas del Fenerbahce. El poderoso equipo de Estambul debía jugar en esa ciudad y dejó su huella a fuego de bengalas y rompeportones. Las curiosidades continuaron durante el propio partido, cuando la hinchada entonó una canción que tenía la música de «Loco de atar», de La Zimbabwe, con la letra en el idioma nativo. La frase «más perdido que turco en la neblina», esa tarde, se modificó por la de «más perdido que argentino en Esmirna».
JAPONÉS BÁSICO
En 2010 se popularizó una de las canciones con más alcance y penetración de nuestro fútbol. Se trata de la adaptación de «Pasos al costado», de Turf, popularizado sobre todo por la hinchada de Boca («Señores, soy de Boca y lo sigo a todos lados»… algo que, hoy, con la prohibición de público visitante en los partidos, pierde rigor de verdad). Al poco tiempo la canción irrigó en todas las tribunas del país… y del mundo. Una certeza tan literal que basta esta muestra directo desde Japón, donde el Yokohama FM entona esas estrofas en su lengua natal.