
Después de un arribo parsimonioso, Sig Ragga tomó el control del Main Stage 1 a las 13:25 con un magnetismo frío y enigmático. Vestidos como monjes interestelares, con sotanas blancas y sus caras pintadas de plateado, desde el primer instante el cuarteto santafecino parece regodearse con la idea de haberse convertido en el eslabón más extraño del reggae local. Su propuesta, toda una sensación que ya cruzó las fronteras del género, tiene tanto de musical como de actoral: se basa en la docilidad de una base rítmica precisa y en las peripecias de Gustavo Cortés, un cantante capaz de comandar la escena de modo estático, parado con porte frío detrás de los teclados.
Basando el setlist en sus dos únicos discos de estudio editados hasta la fecha, Sig Ragga y Aquelarre, utilizan el reggae como plataforma rítmica de despegue para desandar su fantasía distópica entre terrenos como el rock progresivo, el free-jazz, el hard-rock y la canción melódica en temas como "Quise ser", "Chaplin" y "El niño del jinete rojo". La voz de tono melodrámatico de Cortés baja como una proyección gélida sobre sus teclados de aura religioso, mientras la guitarra de Nicolás González funciona tan sólo como herramienta que dispara destellos coloridos y futuristas aportando matices por momentos casi imperceptibles. Son 30 minutos de show bien aprovechados, en los que Sig Ragga se desprende con un set ágil y sólido, antes de perderse nuevamente detrás del escenario con paso lento.Gracias por calificar! Ahora puedes decirle al mundo como se siente a traves de los medios sociales.
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