IKV: humanos después de todo

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La alquimia secreta de dos freaks del sonido en busca de la salvación espiritual

«Comparamos una toma de bateria grabada en cinta y luego digitalizada, y una digital directa, grabada en Pro Tools», dice Dante Spinetta con los codos sobre la consola. «Y hay mucha diferencia, realmente.» Afuera es una tarde de marzo prematuramente otoñal en Buenos Aires, pero adentro de La Diosa Salvaje, el ya mítico estudio de Luis Alberto Spinetta -que también fue su hogar ocasional y su refugio creativo-, el calor corporal de Dante y Emmanuel Horvilleur aumenta mientras le piden retoques de último momento vía FaceTime al multipremiado ingeniero Rafael Sardina, que está en Los Angeles trabajando en el nuevo disco de Illya Kuryaki and the Valderramas . Buscan «aflojar la compresión» del sonido, que en algunos temas les resulta un poco estridente.

Esta es una buena muestra de las preocupaciones de los IKV por la grabación, los instrumentos, los arreglos, las distintas capas de información que confluyen en el registro de una canción. Después de Chances (2012), su disco de regreso co-producido junto a Rafael Arcaute, Dante y Emma han vuelto a tomar el control total de las decisiones en lo que respecta a la grabación y mezcla, convirtiéndose otra vez en sus propios productores, como en los 90, cuando grabaron los discos de su etapa imperial Chaco-Versus-Leche.

Justamente, éste es el tema principal de la entrevista: Dante y Emma como músicos dedicados a la exploración de las distintas coordenadas del sonido, investigadores de la música, su tradición y su historia, conocedores profundos del funk, el soul, el rap y el rock nacional; nerds buscadores de rarezas con un gusto por lo bizarro a la vez que innovadores aventureros en busca de lo desconocido.

«En este disco nos tiramos más para el lado analógico», apunta Dante. «El estudio para nosotros termina siendo un búnker, un lugar donde vamos volcando todo», continúa Emma. «Llegar al estudio, decir ‘tengo esta idea’ y mostrarla, no es un momento tan fácil, porque es exponer lo que tenés internamente, y también convencer al otro de que estás mostrando algo bueno. Producir es conversar la dirección de algo.»

El disco nuevo, que se titula L.H.O.N. (sigla de «La Humanidad o Nosotros») y se editó el 1 de abril, suena en los monitores del estudio. Muestra a un IKV que conserva sus marcas de fábrica pero a la vez exhibe un crecimiento lírico y musical que significa un salto cualitativo en su carrera. Los hits característicos conviven con meditativas baladas al estilo de «Ruégame» que definen buena parte del álbum, y las preocupaciones espirituales y reflexiones adultas van ocupando el lugar antes reservado para los juegos adolescentes.

A diferencia de la imagen de ellos como ocurrentes hitmakers, o la insistencia sobre su historia familiar, en estas charlas -realizadas en La Diosa, en Villa Urquiza, y en el luminoso PH de Emma en Colegiales- aparecen las variadas facetas de su relación musical y personal, la manera en que se complementan, así como sus preocupaciones actuales haciendo convivir su estatus de ídolos pop reverenciados en toda Latinoamérica con su condición de padres solteros al cuidado de sus hijos. El resultado es un riquísimo viaje al territorio sonoro de Dante y Emma, y su universo particular.

Pasaron tres años desde Chances. ¿En qué momento empezó la composición para este disco?

Emma: Independientemente del disco, uno siempre va jugando con cosas, escribiendo en cuadernos, o en las computadoras, haciendo músicas. Hay canciones que, como suele pasar muchas veces con Kuryaki, cuando empezamos a juntarnos uno tiene una parte, «está bueno, se te ocurre algo para continuarla», y el otro pone una parte B, y lo que hacemos es terminar de redondear la melodía o la letra juntos. Porque si ya vienen con una impronta buena, no importa de quién sea: va al fondo común y terminamos de darle personalidad entre los dos para que tenga esa cosa Kuryaki. Algunas ni nosotros nos acordamos de quién las trajo.

El estereotipo es que Emma es más como el que tiene las baladas y Dante, el más funkero.

Emma: En este disco nuevo te diría que es a la inversa: a grandes rasgos, las canciones melódicas han venido más de parte de Dante y tal vez yo traje más riffs y ese tipo de cosas. Pero eso siempre se va modificando.

Dante: Más allá de quién trae las cosas, trabajamos para la canción, para el disco. Generalmente todas las letras las escribimos juntos, los únicos temas que firmamos por separado esta vez son «Diciembre» que es de Emma y «El árbol bajo el agua» que es mío. Esos los hicimos separados, como hacíamos en los 90, en Chaco por ejemplo, donde Emma hacía «Abismo» y yo, «Húmeda». Nos gustaba la idea de volver a ese concepto.

En este disco también vuelven a producirse ustedes solos, como en Chaco, Versus y Leche. ¿Por qué tomaron esa decisión?

Dante: No es tanto una decisión, simplemente empieza a pasar cuando estamos en el estudio y la cosa fluye. Capaz en algunas bandas la producción tiene que ver con arreglar muchas cosas, o hacer un salvataje de las deficiencias. Nuestro caso es al revés: hicimos un disco que ya cuando lo cantábamos con un piano o una guitarra estaba bueno, y todo lo que viniera después era más una cuestión estética, de decidir: «Wurlitzer o Rhodes, ¿cuál queda mejor?». Eso más allá de toda la grandilocuencia que le damos, porque nos gusta mucho usar la palabra «épico». Nos gustan las cuerdas, la película de la movida, sentirnos los protagonistas de esa película que vivimos.

¿Cómo fue el proceso previo a la grabación?

Dante: Arrancamos un par de meses en Avesexua, el estudio de Emma, donde nos encontrábamos más o menos cinco veces por semana, entre cuatro y seis horas, nosotros dos y el ingeniero Saga Herrera, a mostrarnos ideas, hacer temas juntos. Llegamos a las canciones desde varios lugares diferentes, sin ninguna regla al respecto, e hicimos treinta y pico de maquetas, y las que nos iban gustando las pasábamos al baúl de las elegidas.

Las que merecían seguir en carrera hasta estar completas, digamos.

Dante: Ahí hicimos la preproducción con caja de ritmos y las guitarras, para armar las estructuras. Luego eso se lo pasamos a la banda, básicamente a la base: Pablo [González, batería] y Mariano [Domínguez, bajo], e incorporamos a [Claudio] Cardone en teclados, aparte de Rafael Arcaute, que estaba en China, porque estaba produciendo el disco nuevo de Residente [de Calle 13]. Y teníamos muchas ganas de colaborar con Cardone de nuevo. Ya habíamos hablado para que fuera el arreglador de cuerdas, como en Versus, y también tocó los teclados. Una vez que tuvimos esos temas vinimos a La Diosa, y grabamos en cintas de 24 tracks que trajimos de Nueva York bajo el brazo, porque no se pueden despachar para que no se magneticen. ¡Pesaban un huevo! Entonces íbamos grabando, pasando a digital y borrando, porque obviamente la cinta no alcanzaba para grabar todo el disco.

Entonces, ¿la cuestión era imprimirles a las pistas instrumentales la calidez de la cinta?

Dante: El espíritu de grabar así fue también volver a hacerlo como lo hacíamos en los 90, regresando a cierta cosa más real y alejándonos un poco del robot, de la secuencia. Ahora hicimos al revés: si hay alguna secuencia, está acomodada a lo humano y tiene el movimiento natural de almas que se encuentran a luchar para el mismo lado. Y con los pibes que estamos tocando hay una química increíble; lo primero que nos metimos a grabar fueron las bases con Pablo y Mariano, después seguimos con las guitarras y los teclados. Armamos todo un set de instrumentos vintage reales para generar esa textura que nos gusta de los discos que escuchamos. A veces en temas que son quizás más modernos en la concepción, pero que les mandás esos teclados y ya te para en otra atmósfera.

¿Cuáles fueron los teclados que utilizaron?

Dante: El set oficial era el Rhodes Suitcase 88, arriba un Clavinet Hohner D6, después un ARP Pro Soloist, el Arp Odissey, y los Roland (el JX-3P, el JX-8P), el Oberheim 0B-8, que es el que se escucha en el solo de «Ritmo mezcal». La verdad que teníamos un montón, de todo. Cuando Rafa [Arcaute] volvió de China, justo fue una semana en que vino Cardone a grabar teclados y estaban los dos juntos.

Emma: Era lindo verlos ahí tocando, estaban todos los teclados conectados y se iban turnando: «No, éste tocalo vos, si ya sabés cómo es».

Dante: Fue un trabajo en equipo, al mismo tiempo tenías un técnico calibrando el [grabador a cinta] Studer, otro afinando el Rhodes…

La velocidad de la cinta es crucial, ya que el grabador tiene que estar perfectamente calibrado para que no se modifiquen las frecuencias.

Dante: Sí, tuvimos dos calibraciones diferentes, una que explotaba en DBs, que la pidió Mariano [López, el ingeniero de sonido] y que se usó mucho en los años 70, en la que el input ya entra explotado, marca más la cinta, y lo hemos usado en algunos temas en que necesitábamos un poco más de violencia en el sonido. Todo eso es súper interesante para nosotros, que aparte de ser músicos también somos muy admiradores de cómo se hacían los álbumes históricamente, de decir: «¿Cómo grabaron eso?». Después obviamente lo hacemos a nuestra manera. No nos gusta copiar, nos gusta influenciarnos y llegar con una impronta nuestra.

¿Qué otros músicos tocaron en el disco?

Emma: Matías Rada tocó la guitarra en varios temas y Carlos Salas, la percusión, que fue un factor bastante importante en el armado rítmico de las cosas y de ese color latino que sobrevuela el principio del disco.

Los vientos y las cuerdas también tienen una presencia importante.

Dante: Hay cinco tracks con vientos, que son los Hornheads, de Minneápolis, dirigidos por Michael B. Nelson, que fue el arreglador de Prince. Desde Leche venimos laburando con él. Y grabamos cuerdas también en cinco temas, con la Orquesta Filarmónica de Praga y arreglos de Cardone.

Se me ocurre que L.H.O.N es un disco que no está tan producido como Chances.

Dante: No tiene tantos arreglos, tantos instrumentos. La idea era que todo tenga su lugar y no llenar tanto los espacios. Desde los instrumentos que usamos, las guitarras, el bajo, los pedales, los equipos, las afinaciones de la batería, todo estaba enfocado en eso. Por ejemplo, la técnica de grabación de la batería que usó Mariano es muy buena porque le decís «queremos que suene más a determinada época», y ya lo sabe hacer.

¿Qué buscaban con la batería?

Dante: Por ejemplo, en el tema «Mi futuro» buscábamos algo más rock nacional, que sonaran tipo Invisible el beat, la bata y el bajo, y creo que llegamos bastante cerca. En «Los ángeles» o «Estrella fugaz» necesitábamos algo más grande. «Ritmo mezcal» es un sonido Minneápolis: acompañamos la batería con el clap electrónico, pero toda sequita, tapada con trapos. Fuimos buscando eso. El diseño del sonido es una de las cosas que más nos gustan. Después, obviamente, cuando le vas agregando cosas te lleva a un lugar que es diferente de lo que pensabas, y lo aceptás. Justamente estábamos hablando de cómo cambió el sonido con la mezcla y nos estamos adaptando, porque estuvimos meses escuchando las rough mixes y de golpe, en quince días, se mezcló y suena diferente. Algunas cosas te gustan más, otras menos, pero tenés que soltar. Es como un cuadro que lo pintás y si lo seguís pintando, lo cagás.

¿Hicieron un diseño de sonido específico para cada tema?

Dante: Sí, hay algunos que están emparejados porque tenían que ver, por ejemplo «Estrella fugaz» y «Los ángeles» tienen casi los mismos pedales de bajo, el mismo sonido. Pero todos los temas tenían una sensación diferente, o una afinación en los tambores, que tiene que ver con la armonía de los otros instrumentos. Para la voz conseguimos micrófonos Neve, ribbon [a cinta]. Sabíamos que queríamos la nobleza de un Rhodes posta, de un Clavinet, de un Oberheim; incluso los pedales que usamos, son todos pedales boutique. No usamos pedales digitales.

¿Cuáles eran los principales?

Dante: Usamos mucho un delay a cinta Echoplex para teñir la guitarra y el bajo, pero no usándolo como delay, sino para darle un color. Después usamos un pedal Moog para el bajo; vas a ver una filmación donde Mariano tocaba mientras nosotros movíamos la apertura de filtro del pedal. Y en cuatro temas usamos un pedal de Sabbadius, un fabricante cordobés, que se llama FunkyVibe y es como un Univibe. Teníamos varios Univibes yanquis, vintage auténticos, pero nos gustaba más el cordobés. Sonaba más real.

Me acuerdo esa anécdota con Bootsy Collins, que les regaló unos pedales.

Dante: Una locura eso. Bootsy nos regaló el Electro-Harmonix Bassballs, que lo usamos un poquito en algún tema, como si fuera un phaser pero con muy poca intensidad. Pero tampoco usamos tantos pedales: en algunos temas las cosas iban realmente peladas. En «Sigue» hice un solo de guitarra con la Strato, que creo que es el solo más limpio que toqué en mi vida. En lo que sí hacemos hincapié es en elegir. Tenés que elegir la viola: Strato, Telecaster, PRS, ¿qué sonido querés? ¿Con qué pedales? ¿Con qué afinación? Todo ese juego es relindo. Es como el juego de los elementos, y creo que lo fuimos perfeccionando con los años.

Emma: Aparte llega un momento en el que uno les da sentido a las compras que hacemos en los viajes, porque si no, los instrumentos quedan para el museo. Cuando lo dejás impreso en una grabación sentís que valió la pena. Mi última adquisición es un piano Yamaha CP-70, ¡quemé las naves!

Ese juego se trata de vestir a la canción con lo que necesite.

Dante: Claro, y más allá de los instrumentos que usás, hay algo que es tocar con el estilo. Por ejemplo, al baterista le mostramos las referencias de lo que queríamos, de Ohio Players, o de Bill Withers, de no hacer fills modernos porque tienen que ser como los de antes, esa escuela de rock, soul y funk vieja. Y eso se aplica en todos los órdenes, en cómo tocamos la guitarra, el bajo. En el caso de Mariano Domínguez, sus bajistas favoritos son Larry Graham y Bootsy Collins, y entonces no hay que decirle nada: el chabón ya camina así. En «Hombre libre» tocó como Larry, y no lo podés creer: más allá de las cosas que uses, es la mano.

Emma: Tampoco nos casamos ni somos ortodoxos de nada. La idea es diseñar algo y que nos sirva de plataforma para exponer las influencias y las cosas que tenemos en la cabeza.

Dante: Nosotros vemos cada disco como una oportunidad de plasmar un montón de información que nos calienta en ese momento. Y también nos criamos con esa manera de hacer las cosas: ya de chiquititos escuchábamos a Ryuichi Sakamoto, Spinetta, los Beastie Boys, Héctor Lavoe, 2Pac, Run DMC. Y nos gusta todo.

¿Tenían la idea de mandar el disco en una dirección determinada, o van dejando que las canciones sean las que les dictan el rumbo?

Emma: Hay ciertos parámetros y ciertos horizontes que nos gustan, pero no es definitivo, muchas veces las canciones nos van torciendo el destino. Algunas parecen inamovibles, porque están desde el principio, y quedan afuera; y otras que aparecen a último momento, entran. Eso se va modificando todo el tiempo.

Dante: Lo que sí sabíamos es que queríamos un disco que tuviera más melodía, que estuviera más basado en canciones, y también que no queríamos boludear tanto líricamente. Es más, no hay boludeo. «Gallo Negro» es el tema con más estribillo repetitivo, pero la letra está buena, no hay un «Ula Ula». Nos aburrimos un poco de hacer eso. Y fueron meses fuertes porque hicimos muchas cosas: el fin de semana tocábamos en Colombia y volvíamos el martes al estudio con un solo día de descanso, recebados. Pero por eso trabajamos con horarios fijos, porque siendo padres tenemos otras responsabilidades que son prioridad, entonces era una buena manera de ordenarnos, de no quemarnos, no trabajar doce horas por día. Queríamos respetar la frescura, y el único norte que teníamos era un poco: «Che, volvamos a meter las baladas, hagamos canciones». En este disco hay cuatro canciones que son lo que uno llama baladas: «Sigue», «Ey Dios», «Diciembre» y «El árbol…», la tercera parte del disco.

Y otros como «Los ángeles» y «Estrella fugaz», que son mid-tempos casi baladísticos, si bien tienen un groove.

Dante: Sí, para nosotros fue un volantazo. Quizás mucha gente espera otra cosa, pero en vivo cuando hacemos canciones como «Abismo» y «Ruégame», estalla. Y estamos en el momento de madurar esto, maximizarlo, porque nos queda bien, sabemos manejar mejor la pelota con esa dinámica. Y después teníamos muchos funk con riffs, como uno que le daba nombre al disco, «La humanidad o nosotros», y lo dejamos afuera. Está bueno mandarlo en otro disco.

En un caso como éste, que pasan tres años entre uno y otro disco, van acumulando mucho material.

dante: Yo realmente lo que más compongo son temas lentos y tristes, que los guardo porque no los veo para Kuryaki ni tampoco para lo solista, que venía en un plan súper violento. Me gustaba mucho el rock, el rap, el quilombo, el ruido, romper todo. Y ahora que estoy más grande, estoy conectando con poder mostrar ese otro lado, que está bueno también, es súper rico espiritualmente y estoy disfrutándolo más. Y también lo que genera en el público, los mensajes que te ponen, vemos gente muy emocionada con las canciones. Ahora salió «Sigue», y un montón de gente nos escribe: «Loco, me hicieron llorar, lo que están diciendo», cosas relindas. El desafío que nos queda en vivo justamente es aprender a combinar esas dos cosas, y acostumbrar a la gente a un nuevo Illya Kuryaki and the Valderramas.

¿Ustedes se dieron cuenta que…?

Emma: [Anticipándose] ¿Que hicimos un disco religioso?

Dante: Lo que nos dimos cuenta es que tocábamos muchas veces el mundo de la fe pero en un concepto extremo. «La humanidad o nosotros» es sobre estar parados en una cornisa enfrentándonos a un todo que de alguna manera nos incluye. Podría ser «nosotros o nosotros», porque también somos parte de la humanidad. Y a veces uno no está tan orgulloso de ser humano, entonces quiere ser medio animal, volver a lo primal. Por eso la vuelta a ciertas cosas originales, en búsqueda de esa nueva fe. El disco casi se llama La nueva fe, porque de alguna manera en lo que creemos es en eso, en la vida, en Dios, en lo que sea para cada uno. El disco muchas veces nombra chamanes, la Virgen, el amor, el desamor, y habla mucho de seguir, de enfrentar. «Sigue», «Ey Dios», «Aleluya», es como una cuestión de fe, de resistir, es el momento, «let’s do it now!». Hubo momentos de la grabación donde cada uno venía cargado con un montón de cosas, y quedaban plasmadas en la lírica. Igual tratábamos de convertir el dolor en algo positivo, que es un poco la alquimia que nos gusta practicar en la música.

El «nosotros» sería un concepto más espiritual, y «la humanidad» es más como la raza encaminándose hacia su destrucción, haciendo mierda el planeta.

Dante: ¡Exactamente!

Emma: Y también planteábamos la pregunta a modo de ciencia ficción: si tuvieras que salvar a la humanidad o a nosotros, como en esas películas yanquis, del tipo que se queda a tratar de salvar la humanidad con un perrito de mierda [risas]. Aunque la definición que acabás de dar nos gusta más, ¿te la podemos usar?

Sí, aunque no estaría mal que citen la fuente.

Emma: OK, como dijo Kleiman en Rolling Stone: «Encaminándose hacia la destrucción» [risas].

Dante: En «Aleluya», donde mi hermana Vera hace coros, hay algo de eso, de inventar un nuevo Dios, porque como pensamiento colectivo Dios puede tener distintas caras: los orixás, Iemanjá, Buda. Entonces en ese «La humanidad o nosotros» también nos replanteamos lo que es la religión. Nuestra adaptación de la fe es súper personal, y me voy a inventar el Dios que quiera.

Emma: Inclusive es diferente para los dos, pero un poco es una traducción de lo que nosotros absorbemos, de lo que nos rodea, de los islámicos, de los africanos llegando a las costas.

Dante: El tema «Africa» tiene un concepto musical de funk más 80, de cuando se empezó a mezclar con la música disco. Vimos un especial de funk y música disco europea en TVE que nos mató, los loops que utilizaban y todo eso creo que nos influenció para hacer ese tema que tiene una especie de aura, de cuando algunos negros ya empezaban a fumar crack, y se iba a pudrir todo. Nosotros los 80 los vivimos con toda esa psicodelia, rodeados de ese ambiente, y esa canción nos dispara dos o tres cositas internas que tienen algo que ver con nuestra infancia, aun siendo una canción de las más bailables y más livianas en un sentido. «Ritmo mezcal» habla de la tribalidad, el mezcal es una de las pocas bebidas alcohólicas que nos gustan a los dos.

Emma: Y si tomás unos mezcalitos en México le encontrás un poco más de sentido a todo.

Dante: En México te tiran una data ligada a la historia de esa bebida, y su uso en un sentido más chamánico. Tribalismo, en definitiva.

Cada uno de nosotros tiene su propio diálogo con Dios, no necesariamente tiene que estar ligado a alguna religión.

Dante: Y cuando tratan de administrar eso, la gente más extremista es la que termina mandándose más cagadas. La administración de la fe es poder, y obviamente que hay gente que lo hace por amor, pero se han hecho cosas terribles en nombre de la fe.

Emma: Lo nuestro es un funk politeísta.

Supongo que tuvo un contenido emocional fuerte el hecho de volver a grabar en La Diosa Salvaje.

Dante: Fue un poco el estreno del estudio. Valentino, mi hermano, había grabado algo; yo había hecho unos demos de otras cosas. Pero era regrosso, muy emotivo estar acá laburando. Valen fue el encargado de remodelar el estudio y ponerlo como está ahora, con el Turquito [Mohana], un amigo de mi viejo. Y eso tuvo mucha mística para nosotros, volver a grabar y que gire el Studer, es un estudio donde se hicieron muchas cosas. Acá grabamos nuestro primer disco, Fabrico cuero, cuando el estudio todavía se llamaba Cinta Calma y se grababa en una Fostex. Esa mística estaba rondando en el ambiente, y aparte había gente muy ligada a la historia de mi viejo, como Mariano López, Claudio Cardone, «La Vieja» Aníbal [Barrios]. Mi viejo estaba presente, y hay una influencia más directa en algunos temas.

Especialmente en la última parte del disco, con «Diciembre», «El árbol» y «Mi futuro».

Dante: De una, ahí aparece… lo invocamos.

Justamente, otra de las primeras cosas que hicieron en el estudio fue el proyecto Los Amigo, un disco póstumo de tu padre.

Dante: El disco Los Amigo era un proyecto que estaba ahí, dando vueltas, pero lo queríamos hacer acá en el estudio y hubo que esperar a que se terminara, y estar listos emocionalmente para encararlo. Veníamos hablando con Rodolfo [García] y con Dani [Ferrón], y en un momento que Mariano López podía hacerlo nos organizamos; teníamos una semana para mezclar siete temas. Faltaba grabar un par de cosas, que eran el Mono [Fontana] en «Bagualerita», que es mortal lo que toca…

Y está el arreglo de Cardone en «Iris».

Dante: Tomamos la decisión con Rodolfo, Ferrón y Valen, que fuimos los que nos encargamos de la producción, de que el arreglo de teclados de Claudio en «Iris» lo hiciéramos de verdad. Entonces lo escribió y llamamos a la Orquesta Kashmir, fuimos a un estudio y lo grabamos. Todos los temas tenían dos tomas de voz, en una parte estaba mejor una que otra. Estaba todo perfecto, no hubo que agregar nada, solamente respetar su código de efectos. El tenía como ciertas cosas que no le gustaban y no las íbamos a hacer, obviamente.

¿Qué cosas no le gustaban en el estudio?

Dante: No le gustaba el reverb en la voz, por ejemplo. Trabajamos minuciosamente en algunos detallecitos, como meter un delay en una palabra, algo que nos tomó diez o doce horas por día durante una semana. Esa semana fue durísima, pero quedó buenísimo. Y fue una alegría para la familia sacar ese proyecto adelante. Con Valen nos pusimos la camiseta, después mi hermana Cata con Vera eligieron el arte, que es un dibujo de él.

Es notable cómo toca la guitarra Luis en ese disco. Por momentos me recuerda a Almendra.

Dante: Lo que toca en la viola es increíble, nunca lo vi en ese plan medio jazzero, un poco Wes Montgomery. Lo más loco es que Rodolfo nos contaba que cuando arrancaron se juntaban con [Carlos] Franzetti, que tenía una colección de discos terribles, era como una librería de música, a escuchar Wes Montgomery, y es mortal que lo que los unió al principio fue el jazz, no solamente el rock, y lo último que hicieron juntos fue eso.

¿Hay mucho material en el archivo?

Dante: Queda bastante, hay muchas cosas en vivo increíbles y cosas de estudio también. Pero todavía estamos en la etapa en que tenemos que digitalizar muchas cosas que están en formatos muy viejos, cintas de distintos tipos. Hay de todo.

El primer tema que dieron a conocer de este nuevo disco de IKV fue «Gallo Negro», con una impronta muy latina.

Dante: «Gallo Negro» tenía ese tipo de salsa con un sonido medio nuyorican, Fania, el Bronx, y el estilo de tocar la guitarra, con sonido de fuzz, tiene algunos chops tipo Los Destellos de Perú, de chicha peruana. Son músicas que nos encantan, y en este tema pintó algo así. Ya se concibió de esa manera: hicimos el ritmo con una batería que estaba armada, con nosotros tocando el cencerro; después el baterista lo tocó bien, con el percusionista. Pero está casi igual al demo.

También hicieron un gran video de «Gallo Negro», donde aparecen esas influencias.

Dante: Siempre nos gustó mucho la película The Warriors, de Walter Hill, que está basada en la historia real del Bronx, donde en un momento llegó a haber 100 pandillas que eran boricuas, negros, y usaban un look basado medio en los Hell’s Angels: todas llevaban en la espalda los nombres de su gang. Ahora hay un documental, Rubble Kings, con la historia que originó la película, y justamente está toda esa estética, que ya conocíamos de antes porque tiene que ver con el nacimiento de la era del hip-hop, ese mestizaje de lo latino, el funk, la salsa. Todas las primeras fiestas de hip-hop, con Kool Herc, Afrika Bambaataa, salen de ahí; y el video es un tributo más directo aún: nos basamos en el look de ese documental.

Emma: Condensa un poco esa influencia que está desde siempre en Kuryaki. The Warriors fue una película reimportante para nosotros, ya en el video de «Coolo» usábamos esa estética. Y más allá de la cuestión pandillera, hacían música con un color muy especial por la mezcla de la salsa con el beat, a la que hacemos referencia en el tema.

En el disco también hay invitados como Natalia Lafourcade y Miguel. ¿Cómo los eligieron?

Emma: Con Natalia nos pasa que siempre nos gustaron su voz y su parada en el escenario, y cuando estuvimos nominados a los Grammys en 2013, el día anterior hubo una gala homenaje a Miguel Bosé y cantamos una canción junto a ella. Ahí pegamos buena onda. Cuando surgió «Ey Dios» nos pareció que estaba bueno que el estribillo lo cante una voz femenina y rápidamente pensamos en ella. Simplemente la llamamos, le contamos la idea y le encantó.

¿Y a Miguel ya lo conocían?

Emma: Lo conocíamos por algunas canciones, pero Dante vino un día al estudio mientras estábamos en la etapa de composición y dijo: «Escuché el disco nuevo de Miguel, Wildheart, y está rebueno». Porque antes de ponernos a laburar, nos ponemos a hablar de algo, o a escuchar música a modo de inspiración. A los dos días hicimos un viaje a Nueva York, y ahí yo me lo compré y salí a correr con ese disco; es como que se puso bastante importante en la música que escuchábamos en esos días. Después, a través de nuestro sello, Sony, le mandamos videos de IKV, él se copó y surgió la idea de participar en la canción «Estrella fugaz».

¿Luego vino el proceso de mezcla?

Dante: Después nos fuimos diez días con Emma a Los Angeles a mezclarlo junto al ingeniero Rafael Sardina, que mezcló Chances y Aplaudan en la Luna, y habíamos tenido una buena experiencia. Es un español que vive hace mucho en California, laburó en el último disco de D’Angelo, con Stevie Wonder, con un montón de latinos, Luis Miguel, Alejandro Sanz. Vos llegás y es una casa típica de suburbio americano, pero adentro del garage tiene un estudio que es una locura. Tiene la consola SSL que es una nave espacial, y una cantidad de outboards fuera de la mesa con cosas analógicas de los años 40 y 50, de las que hay cinco o seis en el mundo, cámaras a resorte; le gusta mucho todo eso. Y otra cosa que nos gusta de él es que tiene la posibilidad de un recall muy fácil, para todos los cambios que podíamos hacer desde acá.

¿Cómo fue la etapa de mastering?

Dante: Decidimos masterizarlo con Lurssen Mastering, un estudio de Burbank, California. Sabíamos que no iba a tratar de romper todo el audio, porque a veces la guerra del mastering con el volumen destruye las dinámicas y termina sonando muy… nervioso, suena nervioso.

Está hecho para que explote cuando suena por la radio.

Dante: Aparte es una sensación de desesperación que suene todo tan fuerte. Y hay canciones que no tienen nada que ver con esa energía. Entonces se trata de soltar un poco y que cada canción llegue hasta donde tenga que llegar, real. Y después se hizo un masterizado para el vinilo.

Es decir que piensan editarlo en vinilo.

Dante: De 180 gramos, y también queremos editar Chances en vinilo. Al mismo tiempo, Universal está por lanzar unas reediciones de Chaco, Ninja mental y Versus, que van a salir en vinilo por primera vez.

Es interesante ver cómo ha ido evolucionando la relación entre ustedes, y cómo se traduce en la música. Obviamente era una cosa en la primera etapa de IKV, y otra desde la reunión hasta el presente.

Dante: Uno va mutando y las relaciones con el resto de la gente cambian también. Imaginate que cuando arrancamos éramos dos nenes vírgenes y cuando nos volvimos a juntar estábamos divorciados, los dos con hijos, con corazones rotos, corazones arreglados, tantas cosas que nos siguieron pasando. Con Emmanuel tenemos más tiempo compartido en nuestras vidas que con casi toda nuestra familia, estamos muchas horas juntos, y tenemos una relación muy familiar porque nos conocemos desde que nacimos. Algunas veces nos embroncamos y nos tiramos mala onda, pero después pasa, lo hablamos, es normal. En este disco hubo una fluidez muy natural, fue muy distinto que en Chances, donde cada uno tenía que acomodarse al otro después de diez años, y Rafa [Arcaute] hizo de nexo entre nosotros dos, como productor.

En este caso sentían que ya no necesitaban a alguien de afuera.

Dante: Claro, nos envalentonamos, sentíamos que estábamos retranca, pasándola bien. Es más, nuestro contrato como Illya Kuryaki se terminó después de Aplaudan en la Luna, y podíamos seguir como solistas. Pero dijimos: «No podemos parar la pelota ahora, está buenísimo lo que está pasando». Nos pusimos de acuerdo, porque los dos ya teníamos discos solistas empezados, y dijimos: «Estamos en un gran momento, hagamos el disco que queremos hacer». Nos metimos al estudio con esa sensación, y creo que logramos una intensidad súper interesante.

Quizás en Chances estaban un poco más pendientes de las expectativas del afuera, del sello, del público.

Emma: También tanteándonos entre nosotros, a ver un poco cómo funcionaba otra vez la sociedad. Y creo que este disco fue muy fluido en cuanto a la composición y la construcción de las canciones, básicamente, que es el momento que más fusionamos, porque luego cuando es la grabación, con la banda que tenemos y todo, está bastante allanado el camino. Por otro lado, ya tenemos una cierta química y cuando nos unimos en una canción y pasa lo que pasó en «Estrella fugaz», por ejemplo, se da esa cosa mágica. Y entonces todo tiene sentido.

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