Cómo es Drones, lo nuevo de Muse

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El trío inglés regresa al rock incendiario que mejor le sale en un álbum sobre las guerras a larga distancia

4 estrellas

En abril de 1961, el presidente John F. Kennedy se dirigió a un grupo de editores de diarios estadounidenses, y les habló acerca del valor de la prensa libre en un mundo amenazado por «una conspiración monolítica y despiadada», que gobernaba por «intimidación en vez de por elección libre», donde los «disidentes eran silenciados, no celebrados». No llamó al comunismo por su nombre; no lo necesitaba. El power trío británico Muse samplea el discurso de Kennedy en el medio de su séptimo disco de estudio: Drones. Matthew Bellamy, el cantante y guitarrista, no cita malvados específicos en sus letras, pero la implicación en este holocausto de metal progresivo es obvia: somos nosotros.

Drones es un verdadero placer culpable, como ver The Daily Show y saber que los mejores chistes de Jon Stewart empiezan con la herida o el error colosal de otra persona. El concepto aquí es más oscuro que el del tratado sobre la muerte planetaria de 2012, The 2nd Law: las matanzas de larga distancia de la guerra moderna, y el daño colateral en la conciencia y los ideales. Los drones, por supuesto, pueden tener dos piernas. «Estoy molido y pulverizado/Porque necesitás el control», gime Bellamy en el austero electro-funk que abre el disco, «Dead Inside», como una mezcla angustiada de Bono, Freddie Mercury y Jason Bourne.

Pero Drones es también el feliz regreso de Muse, desde las recientes ornamentaciones extremas hasta la fuerza más simple y los riffs heroicos de Origin of Symmetry, de 2001. Mientras que el beat onda marcha de fantasmas y los efectos onda coro de robots en «Dead Inside» sugieren un Depeche Mode totalitario, el solo de guitarra de Bellamy -cargado de distorsión y un sustain que parece un aullido de muerte- perfora la pesadumbre con una venganza de grunge avanzado. Y el resoplido vibrante de su línea de guitarra en «Psycho» es goce malvado, aumentado por el bajo cáustico y descendente de Chris Wolstenholme y la batería de Dominic Howard, que te golpea el corazón. Como señala Bellamy en la frase del estribillo, que satiriza una ópera («tu culo me pertenece»): la resistencia es inútil.

Esta distopía sustanciosa fue co-producida por Robert John «Mutt» Lange, famoso por llenar cualquier espacio vacío en Hysteria, de Def Leppard, con detalles de voces y yeites de guitarra. Pero también produjo Highway to Hell y Back in Black, de AC/DC, y trabaja en la onda Cream de ciencia ficción de los Muse con igual atención. Hay arreglos plenamfdroente ochentosos: las gotas de lluvia de un piano onda U2 de «Mercy», las descaradas granadas de armonías onda Queen de «Defector».

Pero el centro de la acción en la mayoría de estas canciones pasa por una robusta actualización de la fuerza de guitarra-bajo-batería de «New Born», de Origin, o «Stockholm Syndrome», de Absolution, de 2003. Es lo que los Muse mejor hacen; es bueno escuchar mucho más de ello.

El relato de Bellamy termina temprano; el guerrero regresa a casa, harto de pelear, junto a un solo de guitarra alto y flaco como un soprano, en la espacial «Aftermath». Los últimos temas, «The Globalist» y «Drones», son básicamente ruinas: el primero es un gran himno de desesperación, con una zapada encendida en el medio; el segundo, un repiqueteo mortal cantado a capella por un coro de varios Bellamy. Es un final nervioso, casi cursi, sobre un peligro real y presente: cuando una gran nación abandona sus principios, se vuelve meras líneas en un mapa, por las que no vale la pena morir.

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